AGA - Apicultors Gironins Associats
MIQUEL TUSON / TERCER MILENIO
Se trata también de la primera vacuna desarrollada para insectos, un hito que podría abrir la puerta a diseñar otros métodos para prevenir distintas enfermedades microbianas que afectan a las abejas, cuyas poblaciones han sufrido un declive en todo el mundo en las últimas décadas.
La infección está causada por la bacteria Paenibacillus larvae, que no supone ningún riesgo para la salud humana, pero que en las abejas es muy contagiosa y se transmite rápidamente de una colonia a otra.
Hasta ahora, prácticamente el único método que los apicultores tenían a su disposición para tratar de evitar la propagación de la enfermedad era la quema de las colmenas afectadas, así como del material y utensilios contaminados. También se administran antibióticos a las colonias cercanas, un método costoso y que no siempre resulta efectivo.
Sin aguja ni jeringuilla
En este caso, la vacuna no se administra con aguja y jeringuilla, como en los humanos, sino que se dispensa a cada colmena mezclada en una solución azucarada que sirve de alimento a la abeja reina.
Las abejas obreras consumen el alimento e incorporan la vacuna a la jalea real que producen y con la que alimentan a la reina. Una vez ingerida, fragmentos de la vacuna llegan a los ovarios de la abeja reina y, de ahí, a las larvas, que entrarán en contacto con la vacuna y desarrollarán inmunidad contra la infección.
El uso de la vacuna debería permitir dejar de utilizar antibióticos para controlar la loque americana. Generalmente, los apicultores los administran una vez al año como medida preventiva o cuando se producen brotes de la infección, pero su mal uso puede hacer que las bacterias se vuelvan resistentes y también puede eliminar bacterias beneficiosas, abriendo la puerta a otras infecciones.
Letal para las larvas
Las larvas muertas se vuelven de color marrón oscuro y desprenden un característico olor agrio que puede alertar al apicultor. Solo seis esporas de Paenibacillus son suficientes para que las larvas de menos de un día se infecten, mientras que las de más de tres días tendrían que ingerir millones de ellas para contraer la enfermedad y por ello solo afecta a las más jóvenes.
¿Y en Europa?
De momento, la vacuna se ha autorizado para un uso condicional, un mecanismo que permite una aprobación más rápida si se demuestra que esta es capaz de prevenir una enfermedad para la que no se dispone de remedio alguno. Previamente se ha tenido que demostrar que es segura y que proporciona protección frente a la infección. Asimismo, la empresa que la ha desarrollado deberá seguir recopilando datos de su eficacia para poder pedir su aprobación definitiva.
Parásitos, pesticidas y pobre alimentación
Este declive no es exclusivo de las abejas. Distintos estudios han apuntado que en las últimas cuatro décadas se ha perdido entre el 70 y el 90% de la biomasa de insectos, a razón de un 2,5% cada año. El dramático descenso que sufren sus poblaciones en todo el mundo podría conducir a la extinción del 40% de las especies de insectos en las próximas décadas, con los escarabajos peloteros, las polillas, las mariposas, las abejas y los tricópteros, entre los grupos más afectados.
La reducción en el número de abejas y otros insectos no se debe a un único factor, sino que tiene múltiples causas. Los expertos hablan de las tres (o las cuatro) pes: parásitos –y patógenos–, pesticidas y pobre alimentación. Detrás de ellas se encuentran las actividades humanas que favorecen la destrucción y fragmentación de los hábitats naturales –reemplazados por la agricultura intensiva y la urbanización–, la contaminación por el uso de pesticidas y fertilizantes químicos, el aumento de enfermedades por introducción de especies foráneas con finalidades comerciales, la introducción de especies invasoras predadoras de las abejas y el cambio climático.
Entre los parásitos que afectan a las abejas cabe destacar Varroa destructor, un ácaro ectoparásito de 1,2 milímetros de largo que produce una infestación denominada varroosis, la principal enfermedad de las que actualmente afectan a las abejas adultas. Varroa trepa por el cuerpo de estos insectos, se encaja entre las placas de su exoesqueleto (como si se introdujese por debajo de la piel) y libera un cóctel de enzimas que digieren los tejidos de las abejas y permiten al ácaro chupar y alimentarse de su hemolinfa, debilitándolas. Varroa actúa también como vector de por lo menos cinco virus debilitantes de las abejas, incluido el virus de las alas deformes.
En los últimos años las poblaciones de abejas de la miel europeas (Apis melifera) también se han visto afectadas en distintos países por la introducción de especies invasoras como la avispa asiática (Vespa velutina), un depredador natural de la abeja asiática Apis cerana y para la cual la abeja europea todavía no ha desarrollado mecanismos de defensa.
Después están los distintos productos químicos empleados en la agricultura intensiva, que terminan en las colmenas, transportados por las abejas junto con el néctar y el polen. Se sabe que insecticidas sistémicos de nueva generación (como los neonicotinoides y el fipronil) afectan el sistema inmunitario de las abejas. Estas se vuelven más susceptibles a enfermedades transmitidas por el ácaro Varroa, y son más débiles frente a infecciones víricas u otros patógenos. También reducen la capacidad de búsqueda de alimento de las obreras, afectan negativamente el rendimiento reproductivo de las abejas reinas y los zánganos, y comprometen así la supervivencia a largo plazo de la colonia. En las colmenas se han detectado varios compuestos químicos (hasta 14 a la vez) y se desconoce cuál sería su efecto combinado.
Finalmente, tanto la tendencia de la agricultura al monocultivo como la pérdida de biodiversidad vegetal hacen que la alimentación de las abejas sea cada vez menos diversa, más pobre, y este es otro de los factores que contribuyen a su declive.
Sin anticuerpos
Sin embargo, se ha visto que los insectos pueden reconocer a patógenos específicos y que las madres también pueden preparar el sistema inmunitario de sus crías. Hasta hace poco se desconocía cómo se producía esta transferencia de memoria inmunológica sin la presencia de anticuerpos.
En 2015, el equipo de la entomóloga Dalial Freitak, actualmente en la Universidad de Graz (Austria), dilucidó el mecanismo. Freitak demostró que la vitelogenina, una proteína de la yema del huevo de las abejas, se une a las bacterias y a otros patógenos presentes en la hemolinfa de la madre, y es captada por las células nodrizas, responsables de nutrir a los ovocitos durante las primeras etapas de su crecimiento. Gracias a esta función, la vitelogenina arrastra fragmentos de los microorganismos patógenos hacia los ovocitos, donde actuarán como elicitores inmunes para que el sistema inmunitario de las larvas resultantes genere una protección frente a futuras infecciones. La investigación de Freitak sentó las bases para el desarrollo de la primera vacuna para insectos.
Un mundo sin polinizadores
Por ello, son indispensables para los ecosistemas de los que forman parte. También lo son para la agricultura, ya que la producción de muchas frutas y hortalizas depende de ellas. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, un tercio de la producción agrícola mundial depende de polinizadores como las abejas, las aves y los murciélagos. Y las abejas representan un tercio de todos los polinizadores.
No actuar para evitar el declive de las poblaciones de abejas podría tener un gran impacto económico. Y aunque otros polinizadores supliesen parte de su labor, la producción de frutos que depende de estos insectos como, por ejemplo, las naranjas, los limones, los aguacates o el café, se vería enormemente afectada. Probablemente no se produciría la hecatombe que muchos pronostican, porque otros cultivos relevantes como los cereales (trigo, arroz, maíz, centeno, cebada y avena), son polinizados gracias al viento, pero sí que perderíamos diversidad en la dieta y se encarecería considerablemente el precio de muchas frutas porque caería su producción. Nota: Les opinions expressades per l'autor, no necessàriament coincideixen amb els punts de vista de la redacció AGA A causa de la normativa vigent, els textos acotats han de ser en el llenguatge original annexant la font. Si té dubtes o voleu més informació envieu-nos un mail a Aquesta adreça electrònica s'està protegint contra robots de correu brossa. Necessites JavaScript habilitat per veure-la. Fonts: Heraldo |
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